KAGAMI BIRAGI 2012

Caligrafías:

-Ai (Amor): una decisión que se torna constante.
-Kizuna (Lazos): que son irrompibles
-Inochi (Vida): indivisible de la identidad
-Tomo: (Amigo): nos definen y definen nuestra senda
-Tasu-karu (El ser rescatado o ayudado): una ofrenda
-Furu-eru (Tremor): esfuerzo, respeto y recompensa

Amor
Hay quienes se separan del Budo porque dicen no encontrar amor en el dojo. Esa es una actitud cobarde y egoísta. Si falta el amor en el dojo es nuestra obligación como budokas el traerlo con nosotros y ofrecerlo como parte de nuestra presencia y como muestra de gratitud. Amor al ryu, a su historia, a su tradición, al dojo en que recibimos el privilegio de ser parte de él y compartir sus enseñanzas. Amor hacia los maestros y todos los miembros del dojo.  Si hay quienes no son capaces de ofrecerlo con sinceridad, es el deber de aquellos que son sinceros el traerlo consigo y asegurarse de que el dojo es un lugar sagrado. 
Hay quienes se separan del Budo alegando que ya no le aman. Quienes hacen tal juicio demuestran no un cambio de opinión, sino la capacidad de traicionar. El amor verdadero no es un intercambio, sino una decisión que, de ser sincera, se hace una constante. Se toma por la virtud que percibimos en lo que amamos y se mantiene como una ofrenda personal a esa virtud. El verdadero Budo no cambia en su nobleza. Si alguien que se llame budoka decide de pronto que ya no le ama, es él quien ha cambiado, y el no amar lo noble da testimonio de su pobreza de carácter y bajeza de espíritu. No hay razón que no sea excusa, ni excusa cuya razón no sea justificar bajeza de espíritu. 
El amor al Budo y en Budo es una constante, porque no depende del placer que recibimos al entrenar, de lo que nos satisface el conocer técnicas o las ventajas que nos ofrece el poder usarlas, sino porque reconocemos la virtud del Budo, no su conveniencia. Amamos esa virtud. Y la extensión de ese sentimiento no se limita a lo que está escrito en las tradiciones del ryu. El código de conducta es una guía de lo menos que debe sentirse o hacerse por el ryu. Quien tenga un carácter sincero no requiere de un reglamento que le indique que debe amar y defender lo hermoso, ni pregunta hasta qué punto él debe amarlo o defenderlo para saber hasta dónde debe llegar, pues la respuesta es solo una: Hasta donde sea necesario, por toda la vida, y mientras haya vida en nosotros.

Lazos
Los lazos que nos unen al Budo son irrompibles. No son condicionales, no se disuelven cuando las circunstancias cambian, no se transforman en algo diferente para hacerlos compatibles con otras prioridades o nuevas tendencias. Cuando un alumno pasa bajo el Torii y se inclina ante el Shomen, si su espíritu es verdadero su identidad se unifica con el Budo y Budo es lo que le define, aun más allá de su nombre. Independientemente de cualquier otra cosa que hagamos o seamos, es Budo lo que nos define. No hay medico que practique el Budo, ni abogado que practique el Budo, ni general que practique el Budo. Si su Budo es verdadero, solo hay budoka que practica la medicina, budoka que practica la ley, y budoka que posee el rango de general. Cuando hacemos algo bueno o malo, no es nuestro nombre quien recibe el merito o la crítica, sino un budoka. Quienes sienten de esa manera son los budokas verdaderos.  Son aquellos quienes no solo son budokas al entrar al dojo, sino quienes llevan el dojo consigo a donde quiera que van.
Los lazos que nos unos al Budo son constantes, irrompibles y eternos, si somos sinceros.

Vida
Si Budo es nuestra identidad, nuestra vida en Budo no se limita a una parte de nuestra existencia. Termina solo cuando no quede aliento en nosotros. Y eso significa que todos los aspectos de nuestra vida estén en armonía con los preceptos del Budo, sin dobleces, ni contradicciones, sin momentos de acritud, ni de cinismo. Cuando un budoka se permite separar un aspecto de su vida del Budo, no hay virtud en lo uno, ni en lo otro, pues quien reniega de su identidad por beneficio personal o conveniencia, corrompe cuanto hace y se corrompe a sí mismo.  La presencia del Budo en nuestras vidas añade nobleza y razón a todo cuando hacemos y nos hace apreciar aun más lo hermoso y despreciar justamente lo que es vil.
Y de la misma manera que un budoka hace algo para merecer cada día, sea mil cortes con la espada, o una inclinación sincera ante en Shomen, también debe de hacer algo para merecer esa identidad y es el ofrecer su respeto sincero, su lealtad constante, su actitud correcta, y su esfuerzo físico en cada entrenamiento. 
   
­­­­­­­¿Que hombre se despierta una mañana y decide que el ser quien es demanda demasiado esfuerzo y decide dejar de ser, pero aun continuar viviendo?
El budoka verdadero no puede dejar de serlo, ni diluir sus principios, o re-interpretarlos, para continuar viviendo.
Para un budoka Budo es precisa y literalmente Vida.   

Amigo

Un budoka llama amigo solo a aquel quien le anima a mantenerse en la senda correcta, no quien le sugiere tomar una senda torcida porque aparentemente es más fácil o le ofrece ciertos beneficios, ni quien le ofrece compartir sus vicios, ni quien denigra lo que él debe respetar. Quizás a un hombre no deba juzgársele solo por la compañía que mantiene, pero sí de acuerdo al efecto de esa compañía. Si el budoka prevalece en sus principios, puede llamársele hombre, si por el contrario, se doblega ante la influencia de otros, entonces no debe de llamársele de esa manera.
Para un budoka el verdadero amigo o aliado es quien le hace acercarse aun más a su identidad y fortalecerse en ella y le advierte cuando decae. Quien le hace apartar sus ojos del camino correcto y debilita su identidad, sea esto influencia, persona, filosofía, tecnología o tendencia, no es amigo, sino una trampa ante sus pies, aunque sea una trampa que sonríe.
Nuestro juicio y elección de lo que llamamos amigo define nuestra senda.    

El ser rescatado

Cuando un budoka sincero entra al Tatami, siente que es ahí donde se interceptan la vida y la muerte y el está situado en el medio. Cada ataque representa la aproximación de la muerte y cada técnica ejecutada es una victoria sobre esta. No es un juego, ni un ejercicio físico. Es literalmente un duelo físico y espiritual. El budoka tiene el privilegio de haber recibido el conocimiento que le permite evadir, neutralizar y derrotar la influencia nociva. Y eso ocurre una y otra vez, cada día. Esas técnicas no le pertenecen. Él no tiene la propiedad de ellas, él no es su dueño, pero gracias a su lealtad y a su ofrecimiento personal al ryu, el budoka tiene el privilegio de usarlas mientras su lealtad sea real. Si es sincero, cada vez que ejecuta una técnica y neutraliza la aproximación de la muerte, él siente una deuda de gratitud que no cesa, al contrario, crece con el tiempo y cuanto más aprende, más grande es su humildad porque sabe que más debe. 

Hay un secreto que beneficia al budoka en ese sentir, pues es ese sentir lo que permite el aprender esas técnicas con un instinto que va más allá del aprendizaje cognitivo y físico. Quien no siente esa gratitud, quien se cree merecer y ser dueño de todas las técnicas de manera absoluta, se hace incapaz de aprender cuanto cada técnica ofrece, y le es imposible el preparar su espíritu al nivel en que puede usarla de manera instintiva. Su nivel de conocimiento y ejecución permanece superficial y mediocre.
Hay quienes hacen uso de recursos fáciles de aprendizaje, recursos que no les hacen responsables de merecer el aprendizaje. Esos que usan esas vías le roban al Budo, le roban su valor, pero también se roban a sí mismos, pues lo que así se aprende es solo una pálida mímica de lo que esas técnicas ofrecen. Aunque las imiten a la perfección de manera mecánica, nunca llegan a descubrir su esencia, ni experimentan los secretos del Budo verdadero y sus valores se corrompen, creando no un arte noble, sino un híbrido dañino. 

El budoka verdadero aprende y entrena con respeto y gratitud constantes. Su actitud no cambia, tampoco sus prioridades. Cada vez que ejecuta una técnica esa gratitud se siente, pues es como si fuese rescatado, como si ese conocimiento le salvara la vida una y otra vez. Cada detalle de cada técnica se hace inmensamente valioso y eso despierta, en el budoka sincero, la gratitud que le define y le motiva a dar más de sí mismo, a darse a sí mismo como ofrenda. Y Budo, a su vez, le ofrece a través de esa ofrenda, la vía de descubrir sus secretos.
Satori no es un producto de inteligencia, ni habilidad, sino de agradecimiento, respeto y humildad, 

Tremor

Llega un momento en el entrenamiento en que perdemos energía, nuestras manos tiemblan y parecen incapaces de sostener la espada. Ese tremor hace que nuestros dedos pierdan control y nuestra posición se hace precaria, como si el suelo bajo nuestros pies fuera inestable. Pero es en ese instante en que el maestro dice: "!otra vez!" y debemos reponernos y continuar. Y nos percatamos entonces que de nueva energía se genera, volvemos a alzar la espada y nuestra posición se hace estable de nuevo. Y una vez más podemos neutralizar el ataque, recobramos el derecho a vivir, aun después de haber pasado el punto en que en un verdadero combate hubiésemos muerto. Gracias a ello aprendemos a ir más allá del límite aparente.
Si nos dejásemos persuadir por lógica común o pragmatismo mundano, un ataque que llega en eso punto, nos hubiese cercenado la cabeza pues hubiésemos aceptado que nuestras manos no podían sostener la espada. La voz del maestro nos hizo ir mas allá de ese punto y la espada se alzo de nuevo.
Cuanto nos ocurre en la vida tiene ese mismo efecto. A veces las llamadas realidades del mundo nos hacen llegar a un punto en que casi abandonamos la espada, pero esa no es la realidad del budoka. La voz del maestro dice "otra vez" en ese momento de debilidad y esa es la realidad del budoka. Su identidad responde, su espíritu responde, y su espada responde. Literalmente haciéndonos merecer la vida, al adoptar nuestra identidad de budoka y todo lo trae consigo.  
Hay quienes en ese punto tirarían la espada a un lado y echarían a correr renegando de su identidad de budokas en un bochornoso intento de sobrevivir. En realidad, aunque continuaran respirando, estarían muertos. 
Es en ese momento, cuando el cuerpo y el espíritu van más allá del límite aparentemente lógico, cuando experimentamos Satori, cuando comprendemos más, cuando vemos más allá, cuando comenzamos a aprender los verdaderos secretos.
Como ocurre con las técnicas, ocurre en nuestra identidad. Cuando vamos mas allá de lo que el hombre mediocre considera su límite, es cuando comenzamos verdaderamente a ser, a ser budokas. 

Nota: Este documento es de uso y propiedad exclusiva de la Asociación Cubana de Daito Ryu Aiki Bujutsu-Saigo Ha Ko Ryu.
Máximo Roy Fernández Rodríguez- Renshi.